martes, 17 de agosto de 2010

Así fue la revolución mexicana hacia el Bicentenario.



Dicen y yo también digo, que el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetir sus errores, pero el contradicho afirma que si no la conoces por lo menos puedes creer que tus gobernantes fueron muy originales al cometer sus pendejadas. Con todo esto el autor del libro, y yo también, nos declaramos optimistas y patriotas, católicos, apostólicos y tenemos y compartimos el entusiasmo oficial de los festejos del bicentenario.

Hoy celebramos 200 años de nuestra independencia y 100 años de la revolución mexicana, y esto conforma que somos un gran país y un gran pueblo, pues cuando  uno revisa todas las pendejadas que se han hecho a lo largo de nuestra historia, cualquiera hubiera pensado que no íbamos a durar como mexicanos ni 15 minutos, al menos no con los políticos que nos han tocado.

Cuauhtémoc vs. Moctezuma



En la mitología política nacional, Cuauhtémoc encarna la resistencia feroz a lo extranjero, y tenía a su contrario a la Malinche simbolizando la aceptación o preferencia por lo extranjero, y en boca de Octavio Paz, los mexicanos somos hijos de la Malinche, mezcla de dos culturas que da origen a nuestra identificación. Somos el futuro de diferentes invasiones, que le vamos a hacer; en el mar el pez grande se come al chico y en la tierra el pez grande se coge al chico.

Y aparece en esta chirinola, en 1988 en las elecciones presidenciales parece un candidato de la coalición de izquierda un personaje que arrastra toda la cosmogonía mexicana: Cuauhtémoc Cárdenas, que es algo así como llamarse Napoleón de Gaulle para los franceses.

Pele Ronaldiño, para los brasileños, a Mickey Mouse para los gringos. Y después de ser un mito para el PRD, ya ni siquiera lo invitan a los congresos nacionales de su partido, del cual aún no lo expulsa sólo porque para hacerlo tendrían que llamarle y en el PRD ya nadie le habla.

Y como ahora estamos en plena globalización, en el fenómeno de la mercadotecnia, la “lealtad de marca”, se presenta históricamente en México las dos grandes empresas cerveceras, la Cuauhtémoc fundada en Monterrey en 1890, y la Moctezuma creada por las mismas fechas.

Dos empresas que eligieron el nombre de los últimos gobernantes aztecas, y que se pelaron el fabuloso mercado cervecera durante casi un siglo, para algunos mexicanos representaron dos universos antagónicos, inmersos en una batalla cósmica entre el bien y el mal, entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, y por último entre las chivas y el América, de esos que viven de las patadas.

Finalmente, comenta Antonio García, en una sorpresiva operación bursátil, la Cervecería Cuauhtémoc Moctezuma fue adquirida por la cervecería Heineken, a principios de enero del 2010, por lo que la nueva imagen de nuestro héroe Cuauhtémoc ahora puede ser la de un menonita, rubio, pecoso, sosteniendo un queso chihuahua, en lugar de una flecha. Es lo más parecido que tenemos a los holandeses de Heineken en México.

Ha evolucionado tanto esta pasión por México, que ya un pueblo entero de Durango decidió abandonar sus hogares por el asedio constante del crimen organizado. El último en salir, que cierre la puerta.